miércoles, 5 de mayo de 2010

Venguémonos con nuestras picas antes de vernos reducidos a esqueletos

La huelga general convocada por los sindicatos griegos contra los drásticos planes de austeridad, impuestos por las “autoridades monetarias” internacionales para salvar a Grecia de la bancarrota, han derivado en violentas protestas que se han saldado, por ahora, con tres muertos. Mientras tanto, nadie parece advertir el absurdo al que están llegando los gobernantes europeos. Se humillan ante los especuladores financieros mientras trazan planes de saneamiento económico que castigan a la ciudadanía.



No hay gobernantes valerosos, de voluntad decidida y pulso firme capaces de meter en cintura a los especuladores. Tanto al frente de los gobiernos nacionales como de las instituciones de la Unión Europea, lo que tenemos son unos políticos que temen a los mercados. Es decir, esa nebulosa de inversores tan codiciosos como asustadizos que, en situaciones como la crisis actual, “son más miopes que de costumbre” según Joaquín Almunia, comisario de la Competencia: "no ven los detalles, ven masas borrosas de problemas”.

Ante tal miopía financiera, nuestros gobernantes, en vez de aplicar correcciones a la visión de los mercados y castigar a los banqueros por sus temerarios manejos, sólo se les ocurre castigar a los ciudadanos, reduciendo salarios y prestaciones del Estado del Bienestar. Cuando son las ayudas a la banca, y no las prestaciones sociales las culpables del déficit de las cuentas públicas.

Los elevados niveles de consumo fomentados por el capitalismo de las últimas décadas han podido adormecer a la ciudadanía. Pero desde que el capital se ha dedicado principalmente a especular, dejando de producir bienes y de suministrar esa mercancía llamada “empleo”, el espíritu de la rebelión puede despertar de su letargo. Y discurrir por vías poco deseables, como acaba de ocurrir en Atenas.

Máxime, cuando el único remedio que se les ocurre a los gobernantes consiste en inclinar la cerviz ante los especuladores, a los que prometen recortar salarios, pensiones y otros derechos sociales.

Los patricios son tenidos por buenos ciudadanos; nosotros somos los pobres ciudadanos. Con lo que sobra a los poderosos bastaría para socorrernos. Si tan sólo nos dieran lo que les es superfluo mientras estuviese en buen estado, podríamos creer que nos auxilian por humanidad; pero piensan que somos demasiado caros de sostener. La delgadez que nos devora, el espectáculo de nuestra miseria, son como el inventario encargado de mantener detallada la cuenta de su abundancia. Nuestro sufrimiento constituye provecho para los tales. Venguémonos con nuestras picas antes de vernos reducidos a esqueletos; porque saben los dioses que cuando hablo así es porque tengo hambre de pan y no sed de venganza.

William Shakespeare, Coriolano, Acto I

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