jueves, 14 de enero de 2010

Quien trabaja gratis es más tonto que un obrero de derechas

El mundo de los negocios ha ideado estrategias para que sigamos trabajando a favor de las grandes empresas incluso cuando creemos estar alcanzando la gloria al consumir bienes y servicios. El sistema “sírvase usted mismo” utilizado por bancos, gasolineras y grandes superficies consiste en que el consumidor realice una parte del trabajo anteriormente efectuado por un asalariado. Y para colmo, de forma gratuita, pues todavía no se ha visto el caso de un banco que pague una bonificación al cliente que retira dinero de su cuenta en un cajero automático en lugar de hacerlo en ventanilla. Para más inri, le cobra una comisión por darle la tarjeta.


La vida del ciudadano medio integrado en el sistema productivo capitalista, se consume a lo largo de los primeros cinco días de la semana efectuando un arduo trabajo ocho horas de lunes a viernes, más desplazamientos al puesto de trabajo. El sábado, por fin, le llega ese gran momento de gloria capitalista en el que los asalariados alcanzan el estatus de consumidor. Es decir, el actor con capacidad para hacer desaparecer del mercado lo que previamente, y a través de la división global del trabajo, hemos producido entre todos. La dinámica capitalista se quebraría si se rompiera ese ciclo cerrado por el que las personas trabajan (para producir) consumen (para destruir los stocks producidos) y trabajan de nuevo (para reponer los stocks destruidos). O consumidos, pues la acción indicada por el verbo consumir (del latín consumere) e refiere a destruir, saquear, someter, acabar o terminar.

La siguiente secuencia es típica del consumidor que acude el sábado a uno de esos grandes centros comerciales de la periferia.


 Obtiene dinero en efectivo de su cuenta corriente a través de un cajero automático.

 Entra en una estación de venta de carburantes en régimen de autoservicio y, manejando él mismo la manguera, llena el depósito de su automóvil.

 Pasa la tarde en el centro comercial. Recorre los pasillos del hiper de alimentación recolectando los productos que necesita. O que no necesita pero le hacen guiños desde las estanterías. Nuestro consumidor va colocando los productos en el carrito que empuja con destreza procurando no chocar con el resto de carritos. Luego guarda cola ante la caja hasta que llega su turno de sacar los productos del carrito para colocarlos en la cinta transportadora que los pone ante las narices de la cajera. Según ésta los va registrando, el consumidor los empaqueta en bolsas, los vuelve a meter en el carrito, que empuja hasta el aparcamiento donde dejó el coche. Ahora vuelve a sacar los productos del carrito para guardarlos en el maletero del coche, donde puede ya considerarlos de su entera propiedad. Antes de abandonar el recinto comercial, dócilmente lleva el carrito hasta el lugar donde se apilan éstos, ya que no hacerlo le supondrá perder el euro que previamente hubo de colocar en el dispositivo que desbloquea la cadena que une cada carrito al siguiente.

 Una vez terminado el avituallamiento alimentario, vuelve a repetir el ciclo de cargas y descargas en el hiper de mobiliario prefabricado del que sale triunfante autotransportando un gran volumen de piezas embaladas.

 Al día siguiente, domingo, día del Señor, se arma de paciencia, desembala los diversos componentes prefabricados y de manera más o menos sencilla los va ensamblando hasta conseguir armar un mueble que contempla con orgullo de consumado ebanista.

Si se exceptúa esta pequeña satisfacción final, este proceso de compra no es precisamente un placer ni un derroche de glamour. La imagen cinematográfica de la elegante dama que va de compras seguida por un criado que transporta los paquetes no tiene nada que ver con la del consumidor que llega a un centro comercial vestido con atuendo deportivo. En realidad, con ropa de trabajo, pues si por algo resulta cansina ese tiempo de compra es por el trabajo que supone efectuarla. El individuo prototípico de la sociedad de consumo, al cabo de cinco días a la semana durante los cuales ha vendido su tiempo como productor asalariado, al pretender ejercer como consumidor, ha seguido trabajando para el fabricante de forma inadvertida. Es un prosumidor.

El prosumidor (productor-consumidor) es un término acuñado por Alvin Toffler para referirse a la doble función desempeñada por el consumidor que, a través del acto de adquisición de un bien o servicio, contribuye a desarrollar directa o indirectamente alguna fase del proceso de producción de dicho bien o servicio. El ejemplo más claro lo ofrecen los autoservicios, es decir, aquellos sistemas de venta en los que se disponen los artículos al alcance del comprador, que los va tomando por sí mismo y paga al salir. El sistema es característico de grandes superficies de distribución, gasolineras y restaurantes. Los cajeros bancarios automáticos entran asimismo dentro de esta categoría.

Do it yourself (hágalo usted mismo) es la forma de organización del sistema productivo que delega la ejecución de una parte del trabajo en el consumidor, ahorrando así mano de obra directa. De este sistema, que añade un trabajo suplementario a nivel individual, no resulta automáticamente un beneficio para la sociedad, pues con su acción colabora a la destrucción de empleo en las fábricas y centros de trabajo. Eliminado empleo fijo, las empresas obtienen un gran ahorro de costes salariales y sociales (vacaciones, cotizaciones para la jubilación, etc.) de los trabajadores.

En su variante “sírvase usted mismo” utilizada por bancos, gasolineras y grandes superficies organizadas en régimen de autoservicio no garantiza un ahorro al cliente. El prosumidor realiza una parte del trabajo que anteriormente era efectuado por un asalariado. Y por lo general lo hace de forma gratuita, pues todavía no se ha visto el caso de un banco que pague una bonificación al cliente que retira dinero de su cuenta en un cajero automático en lugar de hacerlo en ventanilla. El caso de la banca raya en el gangsterismo pues, para empezar, cobran al cliente por entregarle esa tarjeta de plástico sin la cual no podría ¡disponer de su propio dinero! Luego, por usarla, pagará un sobreprecio en los productos debido a la comisión que el banco cobra al comerciante detallista y que éste transfiere al consumidor

En cajeros automáticos, gasolineras, hipermercados, etc. el prosumidor trabaja gratis en beneficio del suministrador de servicios. Y esto mismo sucede cuando el ciudadano, llevado por una falsa conciencia medioambientalista, procede a la separación de los residuos sólidos urbanos y al transporte selectivo hasta los contenedores específicos de vidrio, papel, materia orgánica, etc. Es una buena conducta cívica de la que se benefician los fabricantes. Que no sólo obtienen materias primas a coste “0”, sino del producto del trabajo gratuito realizado por cada persona durante la selección de residuos.

Para denunciar esta abusiva forma de explotación no hace falta ser un izquierdista radical de los que pretenden cambiar el mundo de base. Sencillamente, quien trabaja gratis es más tonto que un obrero de derechas.

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